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lunes, 2 de enero de 2012

EL RETORNO DE LAS PERSONAS

Por: Anibal Basurto Amparano*
“Mientras el papel de la escuela es formar a las personas; el de la empresa debe ser rescatar a la persona ...”ABA

En los días que corren, cada vez es más evidente la caída del valor en los “fierros” de las organizaciones y su reorientación hacia quienes le ponen rostro: los colaboradores.
Es realmente triste observar, cuando se realiza la valuación de una empresa, que el único valor de ésta esté representado por los activos fijos o “fierros” que posee.
Lo anterior se puede dar por dos razones: o no se aprecia el valor que genera el capital humano, o éste simplemente no existe.

El valor de la gente que hace andar las organizaciones en el día a día, cada vez queda más claro en el sentir de quienes las dirigen, sin embargo, la forma cómo se debe organizar a las personas dentro de la empresa, ha sido un camino más largo del que nos hubiéramos imaginado hace dos o tres décadas.

En la actualidad, algunos pensadores han magnificado los sistemas de trabajo en los que se considera que la máxima expresión en desarrollo laboral, son los llamados círculos de calidad, equipos de trabajo o grupo de alto rendimiento. Yo no estoy muy de acuerdo con esto. Desde luego que llegar a este punto en la evolución del trabajo es muy loable, sin embargo, algunos grupos de estos, en mi punto de vista, están haciendo muy bien lo que no se debe hacer: llevar al empleado al estado del arte, a su máxima expresión, cuando lo que debemos buscar es precisamente acabar con el concepto del empleado que no ve más allá de su área de ocupación y buscar al colaborador que está consciente de los fines y los medios de la empresa en la que labora.

En todos los casos que me ha tocado conocer, los grupos arriba señalados, han mejorado la productividad; han maximizado los recursos de la empresa; han encontrado mejores fórmulas PARA RESOLVERLE PROBLEMAS AL PATRÓN, pero, invito al lector a que platique con cualquier integrante de estos grupos, para que se dé cuenta que, en más de treinta años que llevan éstos funcionando, los trabajadores, prácticamente no han crecido nada. En treinta años, no crecieron en lo académico, en su nivel de vida… en sus opciones de vida.



Claro que se trata de que crezca la empresa, pero también el trabajador, porque en los tiempos que se viven, la única mercadotécnica que funciona, es la del intercambio;: ganas y gano.

Un poco de historia...
Según los historiadores, la humanidad ha pasado por diferentes épocas en su devenir.
Era de la colectividad primitiva.
En esta época, se producía y consumía de manera colectiva; los medios de producción eran de todos los miembros de la comunidad.
Era del esclavismo.
Es fácil suponer los sistemas de producción que se dan en esta época; las formas de llevar las relaciones laborales se daban entre los amos y esclavos que producían bienes y servicios.
Época feudal.
Es en este hito de la historia del hombre, haré referencia estricta al taller feudal, no a la supraestructura completa del feudalismo.

Es en el taller feudal donde el ser humano encuentra su máxima expresión en el trabajo; es decir, las relaciones laborales se daban en un ambiente donde la persona era considerada como tal en su totalidad: la parte física para cortar, pegar, pintar; la parte intelectual, porque eran aprendices que debían utilizar el intelecto para aprender un oficio, la parte creativa, porque las ventajas competitivas de las empresas estaban determinadas por el arte distintivo de cada una de ellas.

El taller o gremio era la célula de la economía urbana, donde había un maestro que lideraba a un grupo de aprendices.
El maestro, en su momento había sido aprendiz, y al terminar su ciclo de aprendizaje, enseñaba a los nuevos pupilos el arte aprendido tiempo atrás.
El taller o gremio tenía clientes que le pagaban por un producto o servicio elaborado, no por un rol que la gente de la pequeña unidad económica jugara.
En esa época, el trabajo eran actividades no roles, puestos o plazas que las personas poseían, es decir, la gente hacía un trabajo, no tenia un trabajo.
En esta etapa histórica, es cuando se da la plenitud del ser humano en el trabajo, ya que los maestros y aprendices utilizaban todas sus potencias para desarrollar sus actividades: la parte física, la intelectual y la espiritual.

El maestro con sus aprendices dejaban pedazos de su ser intelectual y espiritual en las espadas, violines, púlpitos o cualquier bien que producían. La gente de la época, podía con cierta facilidad saber de qué taller habían salido determinados productos, merced a la esencia humana que las personas plasmaban en ellos; todavía, en nuestros días se pueden ver en los museos, las piezas de “la casa fulana o mangana” que elaboraron las personas hace más de 200 años.

Es bueno poner de relieve, que el aprendiz de la época, no aprendía a pegar una pieza, a clavar un trozo del producto, o a pulir un detalle del bien; el pupilo aprendía a elaborar todo el producto, es decir, aprendía todo el proceso, con el resultado lógico de que éste aprendía un oficio.
Por otra parte, al estar tan cerca del maestro, el discípulo veía como su mentor, trataba clientes, como negociaba precios; aprendía a tratar proveedores, como trataba el institutor a su equipo humano, de dónde conseguía éste la materia prima. Asimilaba también el catecúmeno, a llevar las finanzas del negocio, a sensibilizarse con el mercado, en pocas palabras, aprendía a hacer negocios.

Cada taller, manejaba una filosofía de la vida, así, los aprendices o los padres de éstos, buscaban que su hijo estuviera al lado de dómines que compartieran sus valores, de tal manera que el seguidor los asimilara, con lo cual, la relación que se daba entre unos y otros tocaba aspectos de lo trascendente.

Llegaba el momento en que el aprendiz estaba listo para volar con alas propias, era entonces cuando el maestro le planteaba la situación de que ya no tenía más que enseñarle y que ya no podría pagarle de acuerdo al valor que el aprendiz había desarrollado; este último, tenía dos alternativas: o se quedaba con su maestro, POR QUE NO QUERÍA incursionar con un nuevo taller, o se iba del negocio a fundar el suyo propio. Lo importante en esto era que tenía LIBERTAD para hacer una cosa o la otra, es decir, si seguía en la empresa era por que quería, no porque no le quedara de otra.
Así, el maestro en esta época, cumplía dos funciones sumamente importantes:
Por un lado, generaba empleos para la comunidad, y por otra parte, era un empresario que formaba empresarios.

La revolución industrial barrió con este estado de cosas; la producción en serie, trastocó los fundamentos del gremio, y resultó que las actividades se convirtieron en funciones, las tareas en roles, y la gente dejó de HACER un trabajo para TENER un trabajo. Con esto, de las tres entidades que componen a la persona: cuerpo, intelecto y espíritu, quedaron reducidas a una sola: el cuerpo, con lo cual, desapareció la persona de las organizaciones, y su lugar fue ocupado por los obreros, trabajadores y empleados.

Con Lo anterior, las tres potencias del individuo decrecieron hasta el 33% que actualmente ocupa en el trabajo: el físico.

La revolución industrial fue absolutamente necesaria y positiva para el desarrollo de las sociedades en todo el mundo. Sin el obrero y el empleado, no habrían surgido las potencias económicas; no se habría dado el desarrollo que la humanidad ha alcanzado en la actualidad.

El obrero es el gran héroe de la era industrial, sin él, es impensable la catalización desarrollista que transformó al mundo en apenas 200 años.Sin embargo, todo tiene su precio, y en este caso, fueron los más altos que pueda haber: los costos humanos.

Con la era industrial, la persona es eliminada totalmente de las empresas; primero fue el espíritu, y después el intelecto, las dos entidades que junto al aspecto físico totalizan a la persona. Estas desaparecieron en aras de que el hombre se convirtiera en apéndice de las máquinas, y así pudiera darse el eficiente pero inhumano sistema capitalista-industrial clásico.

LLEGA LA ERA DEL CONOCIMIENTO.
Al crecer el conocimiento acumulado durante centurias; al lograr éste, mediante la revolución de la información, despertar las aletargadas mentes de muchos líderes y trabajadores en las organizaciones, la era industrial empieza a hacer agua y a ser tocada en sus partes más sensibles hasta que llega el momento en que se plantea el nacimiento de una nueva era...la era del conocimiento.

Con la llegada de este nuevo hito en la historia de la humanidad, al caerse las pesadas estructuras de la pirámide social y empresarial, resurge la posibilidad de que la persona vuelva a ser protagónica en las organizaciones. La nueva era del conocimiento, hace posible que el obrero, el empleado, el trabajador, vuelva a ser persona.

Este, es el fundamento sustantivo de la nueva empresa, que protagonizará sin duda el quehacer de las organizaciones públicas y privadas en los próximos años, y de eso estaremos platicando en nuestro próximos artículo. ESSS......

1 comentario:

Maria Teresita Velazquez dijo...

En la empresa inteligente lo mas importante es Cliente, pero también tenemos los clientes internos que juegan un papel primordial para la satisfacción del Cliente,por lo que tanta Cliente y colaborador son indispensables por eso debemos pensar en una organización basada en procesos.