Por: Anibal Basurto Amparano
“Tarde
o temprano, todas las empresas se desbaratarán en pequeñas unidades de
negocios, trabajando de forma de red, recomponiéndose continuamente de acuerdo
a las señales del mercado…” ABA
Una de las cualidades
más importantes de las empresas de nuestros días, es la velocidad.
En realidad, la
capacidad de respuesta es el factor más determinante de la competitividad de
las organizaciones del siglo XXI.
Para que una
empresa pueda poseer esta cualidad, tiene dos alternativas: ser una entidad
pequeña o desbaratarse en pequeñas unidades de negocio.
Si estamos al
frente de una empresa pequeña, ya tenemos de manera natural, una gran ventaja
en esta economía caracterizada por la capacidad de respuesta; si estamos, en
cambio, dirigiendo una empresa grande, nuestra preocupación debe ser: cómo desbaratarla
en pequeños micronegocios, donde cada uno asuma esa velocidad necesaria para competir,
bajo las reglas del juego de la nueva economía.
Por paradójico que
parezca, ser una empresa grande en nuestros días, constituye una de las grandes
debilidades de los tiempos que corren: las grandes organizaciones, en mercados
turborápidos, se presentan torpes y lentas; con pocas posibilidades de sobrevivir.
Si nuestra empresa
es pequeña, tenemos grandes ventajas para enfrentar el presente, no así el
futuro.
El estado natural
de una empresa, es su crecimiento: una organización que no está creciendo, está
decreciendo. El estancamiento no existe para una compañía. La analogía de una
empresa se acerca a la de un río, no a la de un lago: los ríos presentan un
contínuum en su flujo de agua; los lagos, presentan un estancamiento aparente
del vital líquido.