…sino la actitud que tomamos frente a lo que nos sucede. Lo que nos sucede no lo podemos cambiar: sucedió y punto. Es a partir de aquí cuando las cosas nos dan la oportunidad de tomar protagonismo y decidir qué hacemos frente a lo sucedido, cómo nos lo tomamos.
Llevemos esta reflexión al contexto actual, un entorno tremendamente dinámico, cambiante, incierto, desconcertante, apasionante… (pónganse aquí todos los calificativos que deseen). Nos guste o no, las cosas vienen dadas así y no queda más remedio que aceptarlas. Cada día que pasa el mundo nos ofrece elementos nuevos que condicionan nuestro modo de vivir y ponen en entredicho aquel sueño que anhelábamos lograr, obligándonos a plantear nuevas metas. Gran parte de los cambios tienen su origen en herramientas tecnológicas y así seguirá siendo en lo que nos queda por vivir, no lo duden. Frente a esta situación podemos adoptar dos posturas: “enfadarnos con el mundo” y optar por una mantener una postura de protesta constante (ser reactivos) o bien asumir los hechos tal y como nos vienen y buscar las oportunidades que pueda haber ocultas tras el cambio (ser proactivos). Veamos ambas posturas: