…sino la actitud que tomamos frente a lo que nos sucede. Lo que nos sucede no lo podemos cambiar: sucedió y punto. Es a partir de aquí cuando las cosas nos dan la oportunidad de tomar protagonismo y decidir qué hacemos frente a lo sucedido, cómo nos lo tomamos.
Llevemos esta reflexión al contexto actual, un entorno tremendamente dinámico, cambiante, incierto, desconcertante, apasionante… (pónganse aquí todos los calificativos que deseen). Nos guste o no, las cosas vienen dadas así y no queda más remedio que aceptarlas. Cada día que pasa el mundo nos ofrece elementos nuevos que condicionan nuestro modo de vivir y ponen en entredicho aquel sueño que anhelábamos lograr, obligándonos a plantear nuevas metas. Gran parte de los cambios tienen su origen en herramientas tecnológicas y así seguirá siendo en lo que nos queda por vivir, no lo duden. Frente a esta situación podemos adoptar dos posturas: “enfadarnos con el mundo” y optar por una mantener una postura de protesta constante (ser reactivos) o bien asumir los hechos tal y como nos vienen y buscar las oportunidades que pueda haber ocultas tras el cambio (ser proactivos). Veamos ambas posturas:
Ser reactivos.- el cambio será imparable por mucho que nos empeñemos en negarlo y por mucho que nos resistamos a subirnos en ese autobús. ¿A dónde nos conduce negar la realidad? Se me ocurren dos consecuencias negativas de este tipo de actitud: la primera es la “involución”. Mientras perdemos el tiempo pretendiendo que el mundo se pare y todo vuelva a ser como antes, el mundo no nos hace ningún caso y sigue girando, y girando, y girando. Quedarse quieto no significa dejar de evolucionar, significa retroceder en la evolución en comparación que quienes hayan decidido seguir avanzando. Cuando nos demos cuenta que nuestra postura no conduce a nada y queramos unirnos al movimiento, quizá sea demasiado tarde. Otras personas nos habrán tomado delantera y estarán disfrutando de las oportunidades que nosotros no quisimos ver.
El otro aspecto negativo tiene un componente biológico que explica muy bien Mario Alonso Puig en sus conferencias. Está muy estudiado por la ciencia que las situaciones que nos crispan generan una serie de sustancias químicas que activan nuestro sistema inmunológico frente a la amenaza, y esas sustancias producen alteraciones biológicas en nuestro organismo que son muy perjudiciales cuando nos sometemos a ellas de modo recurrente. Algunas de sus manifestaciones externas son la psoriasis, la caída del pelo, el estrés, la úlcera de estómago… y hasta el cáncer. ¿Y saben cuál es el colmo? Que a pesar de tanto esfuerzo por negar la realidad y de estar “envenenando” nuestro cuerpo, no vamos a conseguir cambiar nada. Lo único que logramos es dañarnos a nosotros mismos.
Ser proactivos.- Pero el cambio también tiene su lado positivo. Cada cambio trae de la mano oportunidades nuevas, muchas de ellas relacionadas con desempeños que antes no existían. Les pido que echen la vista atrás y recuerden qué sucedió cuando entramos en la era industrial y las cadenas de producción comenzaron a sustituir a los talleres en donde los artesanos elaboraban los productos. Muchos oficios desaparecieron, pero aparecieron nuevas profesiones relacionadas con la mecánica, la planificación, la investigación, etc. etc. etc. Las personas que fueron capaces a detectar el cambio y se apresuraron a adaptarse, ocuparon las primeras posiciones en la parrilla de salida y se llevaron el éxito.
Salvando las distancias, ahora mismo nos enfrentamos a una situación que nos recuerda a aquella. La tecnología está provocando el cierre de muchas industrias que pensábamos que jamás iban a desaparecer. En pocos años veremos como la prensa escrita pasará al recuerdo, al igual que lo hizo la industria del vinilo o las tiendas de revelado de fotografías. ¿Recuerdan cuando montar un videoclub era el mejor negocio que uno podía poner? Hoy nos encontramos con miles de trabajadores que perdieron su empleo en esta reconversión tecnológica y que todavía mantienen la esperanza de lograr un puesto de trabajo similar al de antaño. Se niegan a ver la evolución y mantienen una actitud cruzada de brazos mientras el mundo sigue dando vueltas sin parar. Y nuevamente tenemos que hacernos las preguntas de más arriba: ¿puedo cambiar los hechos? No, rotundamente no. Deben pasar a la siguiente pregunta: ¿qué actitud adopto? ¿me enfrento al cambio o me sumo a él buscando las oportunidades que me pueda ofrecer?
Dice mi buen amigo Roberto Pérez Marijuán que en la vida sólo se cambia por dos cosas: por la reflexión o por el drama. A esos que no les va a quedar más remedio que cambiar por el drama les invito a que reflexionen sobre la frase que dio pie a este post: “Lo importante no es lo que nos sucede, sino la actitud que tomamos frente a lo que nos sucede”. Si están sufriendo por lo que les sucede, ¿por qué no prueba a tomar una actitud positiva frente a los hechos? ¿O acaso siguen pensando que ponerse de mala leche va a cambiar lo que ya sucedió? Aquí les dejo esta reflexión que confío les ayude a ver la vida de otro modo.
Un cordial saludo
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