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jueves, 29 de octubre de 2015

INCENTIVOS VIRTUOSOS VS INCENTIVOS PERVERSOS

(EN EL SECTOR PÚBLICO)

“Siempre hemos sabido que la gente se mueve en base a incentivos; poco hemos avanzado en saber cómo incentivarla..." ABA



Durante años, en mi actividad como empresario, directivo y consultor de negocios, he recibido la pregunta: ¿Cómo incentivar a la gente?, la cual, sin duda, es una buena pregunta, sin embargo, la primera debe ser: ¿Para qué incentivar?

Siempre se debe incentivar para lograr que los colaboradores hagan o dejen de hacer determinadas acciones; lo cual pareciera una fácil y pronta respuesta, pero, las muchas historias de programas de incentivos que fracasaron nos revelan que no lo es tanto.

Es importante determinar qué se quiere lograr con un programa de esta naturaleza, pero en esta ocasión, quiero abordar otro problema, quizás igual o más importante que lo que se desee conseguir, y esto es: ¿Cómo llenar los espacios que se abren, cuando se dejan de hacer cosas para buscar lograr lo que se incentiva?

La gran lección de los Alcohólicos Anónimos
Una de las organizaciones, a nivel mundial, que ha tenido un éxito indiscutible en sus programas y resultados, es Alcohólicos Anónimos.

Tengo amigos y parientes que han recuperado sus vidas, gracias a los programas de esta loable organización; vidas que se habían convertido en un infierno, no solo para las víctimas del alcohol y las drogas, sino para sus familiares  y amigos más cercanos.

La lección que esta institución nos deja, a los investigadores del comportamiento organizacional, es que podemos aplicar su método a las entidades públicas y privadas en muchos aspectos.

Si buscáramos las causas principales por las que AA ha tenido tanto éxito en el mundo entero, lo podríamos reducir a dos cosas:
Primero, por lo sencillo de las estructuras de sus grupos en todos sus ámbitos, y segundo, por los espacios de tiempo-vida que le llenan al alcohólico.

El problema de los espacios vacíos, es que si no se llenan con algo nuevo, simplemente se vuelven a llenar con lo viejo.

Los incentivos y la corrupción en el sector público
En estos días, en nuestra región, se ha insistido en que se combatirá a la corrupción; en que ya no habrá más cohecho. Los nuevos gobernantes parecen decididos a que "ahora sí" los servidores públicos deberán vivir con el sueldo que se les paga por su trabajo.

Trayendo la analogía de AA al tema, tenemos el problema de que si ya no existe el estímulo perverso de ganar más dinero por la vía del cohecho, debe entonces preocupar mucho la pregunta: ¿cómo se va a ganar más dinero cuando el unto ya no sea opción?

La ancestral falta de estadistas y políticos visionarios en nuestro poder legislativo, ocasiona que, frecuentemente, se propongan y aprueben iniciativas de relumbrón que, en el mejor de los casos, resuelven un problema inmediato, pero ocasionan complicaciones posteriores, seguidamente mayores a la situación que aparentemente se resolvió; por ejemplo, con la nueva ley sobre los circos, se prohibió que estos utilizaran animales en sus espectáculos, pero no se previó que pasaría con esas criaturas cuando ya no pudieran estar bajo la égida de alguna carpa; tampoco se previó, qué pasaría con otros entretenimientos donde, también, los animales son protagonistas, como es el caso de la pesca.

La historia nos enseña que el ser humano se mueve en base a estímulos y que cuando éstos desaparecen, algunos otros ocuparán su lugar o, simplemente, reaparecerán los idos.

Más allá todavía: se plantea que los principales funcionarios deberán presentar su "3 de 3", lo cual, me parece muy aplaudible, pero, suponiendo que estos personajes cumplan razonablemente bien con lo que se espera de ellos, en términos de honestidad y trabajen de espaldas a la corrupción, la pregunta sería: ¿qué pasará cuando solo dispongan del sueldo, de “la sana medianía” para vivir?

Echándole un ojo a los tabuladores que manejan los gobiernos
municipales y estatales, la verdad es que no son enloquecedores; no
para un ejecutivo talentoso que puede ganar dos o tres veces más en
una empresa  privada, si comparamos la cantidad de personas que
dirigen y las responsabilidades que enfrentan.

Las consecuencias que vemos venir en este caso, están muy claras: el
talento se alejaría del gobierno.

Alguien estará pensando en que es preferible que los funcionarios sean honestos a que sean “unas chuchas cuereras” pero tranzas, en lo que estoy de acuerdo, pero quienes batallamos todos los días para sacar adelante las empresas que dirigimos, el asunto no es tan simple: con dirigentes honestos pero sin talento para generar resultados, no llegamos a nada.

Claro que lo ideal es que la base directiva de los gobiernos estuviera
integrada por funcionarios decentes y talentosos, lo cual, por lo
menos en este País, ha resultado algo muy difícil de armonizar, sin
embargo, tampoco se trata de caer en la trampa de un maniqueísmo a
ultranza, que constituye un suculento platillo para teóricos y
académicos ontológicos y deontológicos, cuyos marcos de referencia
exactos revientan al menor desacomodo que plantea la alienada
realidad de la cotidianidad de las organizaciones públicas y privadas.

Entonces, ¿qué hacer?


Primero que nada, hay que aplaudir, apoyar y participar, en la
medida de las posibilidades de cada quien, en lo que están proponiendo
las actuales autoridades para combatir la corrupción; sin embargo, en la disciplina administrativa, al igual que en otras, no existen los espacios vacíos: si los funcionarios públicos dejan de percibir ingresos vía “mochadas”, buscarán obtenerlos de otra manera; así es la condición humana.

Lo que tienen que hacer, entonces, los gobiernos es llenar esos espacios vacíos con ingresos que se puedan obtener en base al mérito, la legalidad, el esfuerzo y… los resultados.

La mecánica
Si se desea realmente integrar equipos de trabajo honestos y eficaces, en cada uno de los centros de trabajo del gobierno, se debe buscar premiar el esfuerzo, la transparencia y los resultados de manera colectiva; la mejor manera de agrietar y acabar con un equipo de trabajo, es incentivar en lo individual; en el pasado, por ejemplo, se incentivaba al jugador que metiera el gol; la consecuencia: nadie pasaba el balón; cuando se aprendió, se establecieron premios para todo el equipo si ganaban el partido, sin importar quien metiera el gol. Igual pasa en las instituciones públicas o privadas; la mejor manera de destruir un equipo de trabajo es incentivar en lo individual y eso es precisamente lo que hacen la gran mayoría de las organizaciones.

Por lo anterior, se deben establecer resultados colectivos para cada área de trabajo (Microentidades) donde cada una, empiece y termine un proceso, detonado por una solicitud concreta de un ciudadano.

Para lograr verdaderos equipos de trabajo se requieren dos cosas:
  • Que la Microentidades tengan objetivos comunes.
  • Que el logro o no de los objetivos tenga consecuencias.


Si se desea que las Microentidades trabajen buscando resultados comunes enfocados al ciudadano, se deben incentivar a todos sus integrantes; no solo a los jefes… ¡a todos!

En el caso del gobierno, normalmente no se plantean incentivos para los servidores públicos, ni en lo individual ni en lo colectivo; el resultado, es que ellos mismos se los buscan, por medios que no son legales ni morales: la corrupción.

Decíamos, líneas arriba, que el programa de alcohólicos anónimos tiene éxito porque, entre otras cosas, cuenta con un capítulo de “sustitución de espacios vacíos”; en esa lógica, si se quiere lograr disminuir o eliminar la corrupción, se debe tomar en cuenta la naturaleza humana, con un planteamiento como: “vamos a eliminar los estímulos perversos de la corrupción, pero lo vamos a sustituir por un programa de incentivos virtuosos, basados en resultados”.

Si no se llenan esos espacios vacíos, los servidores públicos de todos los niveles, siempre encontrarán la forma de sacarle la vuelta a los candados que se le ponen  a los sistemas de trabajo para evitar la corrupción; no tiene remedio: si quitas unos incentivos perversos, debes brindar otros virtuosos.

Con estas consideraciones, podemos concluir, que no la tienen nada fácil los gobiernos de este País: para abatir el cáncer de la corrupción, que tiene a México herido de muerte, es necesario hacer un planteamiento de fondo para que este terrible mal se cure para siempre, y un pilar importante para lograrlo es trabajar en un poderoso programa de incentivos, que premie los resultados, las buenas prácticas deontológicas y la contribución de los servidores públicos a que este País sea mejor cada día. ESSS…….

        *Director del Bufete Empresa Inteligente
        Rector del Instituto Empresa Inteligente
México


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