“¿De qué le sirve al empresario ganar todo el dinero del
mundo, si al final de sus días se queda sólo con el desprecio de la gente que
lo acompañó?... ” ABA
En la medida que avanzamos en la era del
conocimiento, las formas se van acomodando para dar lugar a la nueva
organización que representará a este nuevo hito histórico en la historia del
hombre.
Poco
a poco los incrédulos y los inmodestos van doblando sus duras cervices ante la
evidencia cada vez más diáfana, de que hay una nueva forma de hacer negocios, y
comienzan a buscar los caminos para ubicarse en la nueva realidad.
En
medio de todo esto, hay una premisa sustantiva que no puede soslayarse: la
productividad ha quedado atrás, para dar paso a la calidad, y ésta, poco a poco
va cediendo su lugar a la competitividad en las organizaciones.
En
las profundidades de las organizaciones de nuestros días, finalmente encontramos
un elemento vital, que gravita en torno a la competitividad y éste es: el
liderazgo.
Definitivamente,
poco podremos avanzar en la nueva empresa con subalternos, subordinados o
empleados que no están en el pulso del cliente; con seres cuya estructura
mental y anímica está diseñada para procesos de bostezo, y que están en la
organización para recibir, no para dar. Con elementos a los que hay que
resolverles problemas, que están atrapados en rutinas infinitas, en las que el
intelecto y el espíritu no tienen cabida, poco podremos hacer en la furiosa
carrera de la competitividad que plantea el mundo moderno.
Es
por eso que el enfoque debe cambiar de manera radical: el esfuerzo directivo de
nuestros días debe estar centrado en buscar que cada empleado se transforme en
un activo colaborador. Al
margen de los métodos o sistemas para lograr lo anterior, con el solo hecho de
que los dirigentes de las organizaciones tengan esto en mente, avanzaremos
mucho en este asunto, cuyo erróneo enfoque tiene, a muchas regiones del País,
al borde del colapso empresarial.
Cuando
el dirigente fija en su mente la idea de transformar poco a poco, el
pensamiento y la acción de sus colaboradores hacia métodos y procedimientos de
tipo empresarial, irá logrando gradualmente ese trasiego de, gente que necesita
que se le resuelvan problemas, a personas capaces de valerse por sí mismas en
el trabajo y en cualquier situación de la actividad humana.
Con
todo lo anterior, se plantea la necesidad de ir acabando con los subalternos o
subordinados, para poco a poco transformarlos en “seguidores”. La
meta de un subalterno, que ha sido tratado siempre como un menor de edad, es
llegar a ser “Jefe”, para ejercer el poder formal al margen de la aceptación o
rechazo de quienes “tienen que obedecer”. Por su parte, la meta final de un
“seguidor” es llegar a ser líder, pues cuando a uno lo tratan como adulto,
cuando lo hacen partícipe de una visión global de la empresa, irremediablemente
construirá su propia visión, y cuando llegue la oportunidad de ejercer poder,
lo hará como líder conciliador, y no como jefe déspota e insensible.
Para
lograr construir organizaciones donde el liderazgo brote abundante como
manantial de aguas mágicas, es necesario que el líder de la entidad se preocupe
por su personal; es menester que el dirigente sufra y goce con su gente; es
necesario que sea un líder providencial.
¿QUÉ ES EL LIDERAZGO PROVIDENCIAL?.
El
liderazgo providencial es aquél en el que el dirigente siente una sincera
preocupación por el destino de las personas que dirige. Un
líder providencial, trata por todos los medios de que las personas que lo
acompañan en sus aventuras institucionales, crezcan como personas y como
profesionales.
LOS
MOTIVOS
Podemos
encontrar diferentes motivos para que un dirigente lleve a efecto un liderazgo
providencial: políticos, religiosos, morales y de patriotismo.
En
otra ocasión haré planteamientos de los tres primeros, hoy platicaremos sobre
los motivos del patriotismo.
En
términos prácticos, existen dos clases de patriotismo: El patriotismo plástico
y el patriotismo humanista. El
primero es orientado a los símbolos que representan a la patria, como la
bandera, el himno nacional, los valles, las montañas, etc. Esta clase de
querencia es a todas luces positivo, sin embargo es también insuficiente, y en
cierta manera comodón para quien se proclama patriota basado en estos términos,
pues ser patriota “plástico”, semeja a quien se disfraza de deportista cada
quince días y acude a los estadios a apoyar apasionadamente a su equipo
deportivo, pero sin practicar él ningún deporte.
El
país está lleno de patriotas plásticos que lloran pa` arriba cuando andan lejos
de México y oyen la canción “Cielito lindo”, o acuden al restaurante “Los ojos
de Pancha” en París, o cuando la selección nacional gana algún torneo. Insisto,
este tipo de sentimientos son buenos, sin embargo, no se traducen en acciones
reales que beneficien directa o indirectamente en devenir de nuestra patria.
El
otro, el patriotismo humanista, es aquel que orbita en torno a las personas que
componen este País, al México compuesto por los mexicanos, por que finalmente,
México somos los mexicanos. Este
es el patriotismo difícil de vivir, por que cualquiera se emociona con el himno
nacional, pero no cualquiera está dispuesto a hacer algo realmente importante
por un vecino, por la gente que trabaja con él en la empresa o por otro
mexicano cualquiera.
El
liderazgo providencial basado en el patriotismo, se fundamenta en el aprecio
cierto que un líder tiene por sus colaboradores; en la preocupación sincera por
que éstos tengan las mejores opciones reales para lograr mejor calidad de vida. Al
respecto, el gran filósofo Giovanni Papinni, en una de sus obras sobre el amor,
plantea que existen diferentes tipos de amor:
El
amor fraternal, entre hermanos, dice, está contaminado por el germen de la
envidia, no es un amor puro.
El
amor entre amigos, se vicia con el interés que aparece tarde o temprano; lo que
lo hace también, impuro.
Luego
señala Papinni, que el amor entre los esposos está contaminado por el contrato
del “te quiero si me quieres”, ya que de otra manera es un amor cruel e
injusto.
El
amor del hijo al padre o la madre, por su parte, es egoísta y aniquilante.
Así,
en la óptica de este filósofo Italiano, el único amor puro que existe es el
amor del Padre o la Madre al hijo. Los
padres son lo únicos seres en una relación afectiva que dan todo por nada.
Gastan
la totalidad de sus vidas, en aras de que el hijo crezca saludable; de que se
prepare; de que se autorrealice, para que cuando lo logre, vuele con alas
propias, olvidándose de quien dejó e hizo todo por él.
El
amor del padre al hijo es tal que aún siendo éste el peor criminal del mundo,
lo ayudará, lo protegerá; hará cualquier cosa por socorrerlo, aunque el hijo
ingrato jamás agradezca los grandes sacrificios que su progenitor realiza por
él.
Este
es el amor providencial en su máxima expresión; ésta, es la forma más clara de
entender lo que es lo providente. De
retorno al tema, resulta entonces que el liderazgo providencial es aquél en el
que el líder de la organización, se preocupa de una manera sincera por sus
colaboradores, por que los quiere sinceramente.
No se
exige, en estos casos, un amor rayano en lo sublime como es el caso del padre
al hijo, pero sí se requiere que para ser un líder de este tipo, que sufra y goce
con la gente; que se preocupe y ocupe sinceramente por su desarrollo, que haga
cosas que efectivamente hagan que el colaborador cada día tenga mejores
posibilidades de mejorar su calidad de vida.
Con todo, podemos en esta línea, concluir que
el líder providencial, es esencialmente un patriota que encuentra en su gente
la posibilidad tangible de hacer algo por el País; pero del País representado
por personas que tiene a su alcance, pues, ¿de que sirve que el líder se
preocupe y “sufra” por los pueblos de la sierra, donde se come una vez al día,
o por los Tarahumaras que sufren los horrores del invierno sin tener nada que
ponerse encima, si no puede hacer nada por ellos?. Un líder patriota
providencial, mejor se preocupa y ocupa por la gente que tiene a su alrededor;
por las personas en las que pueda incidir de manera real.
No es necesario que el líder providencial se
preocupe por sus seguidores como si éstos fueran sus hijos carnales, sin
embargo, sí es menester que sienta sinceramente el deseo de que éstos se
superen y autorrealicen.
Con todo lo anterior, se puede afirmar que es
muy difícil que en una organización se pueda implementar una Organización del
Conocimiento si el líder de ella no siente esa corriente de afecto a las
personas; este sistema no es para dirigentes secos, egoístas, que ven a los
colaboradores como un costo, como un mal necesario.
Esta organización no es para dirigentes
frívolos, que no respiran el aire que respira la raza en la empresa. Es realmente sorprendente como se avanza en la
nueva organización cuando su líder se preocupa realmente por el destino de la
gente que dirige; cuando busca por todos los medios que el colaborador crezca
en todos los órdenes.
En pocas palabras, es necesario que el líder
de la empresa que quiera iniciar una aventura en la nueva organización, haga la
reflexión sobre su tipo de liderazgo; si siente que la gente no le importa
tanto como para dedicarle tiempo, recursos económicos y preocupación, entonces,
no tiene futuro en estos esquemas.
La nueva empresa, planteada en la Empresa
Inteligente, solo es para aquellos dirigentes que en mayor o en menor medida
practiquen el LIDERAZGO PROVIDENCIAL. ESSS.......
Aníbal Basurto Amparano
*Rector del Instituto Empresa Inteligente
*Director del Bufete Empresa Inteligente
México
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