El 27 de mayo, el rector del ISEI Anibal Basurto nos deleitó con una interesante plática sobre el futuro de los negocios después del COVID-19. Fueron muchos los consejos aportados, todos ellos de gran interés para reconstruir el daño en el tejido empresarial tras el confinamiento de las personas y la pérdida de actividad, pero la frase más impactante que resume lo que se avecina es la que abre este artículo y sobre la que quiero aportar mi reflexión: ¡¡NO ES UN MUNDO PARA COBARDES!!
A finales del siglo pasado, internet comenzó a introducirse en los hogares y en las empresas. Era una innovación en los modos de relacionarse con el mundo y algunos vieron en ello una oportunidad. Otros, por tratarse de una tecnología incipiente cuyo desarrollo era difícil de intuir, prefirieron esperar.
Años después llegó Facebook a nuestras vidas, y tras ella un buen puñado de redes sociales más: twitter, linkedin…; algunos vieron la oportunidad de comunicarse con los potenciales clientes a través de ellas y asumieron el riesgo de explorar estos canales a pesar de la novedad y lo incierto de su desarrollo.
Le tocó el turno al comercio electrónico. Las tiendas físicas comenzaron a tener réplica en el mundo virtual y algunos empresarios, los más atrevidos, se aventuraron a probar suerte y destinaron recursos económicos al desarrollo de esa nueva red de comercialización.
Para quienes venden servicios en lugar de productos, el avance tecnológico en la potencia de transmisión de datos a través de las redes y el soporte técnico a través de plataformas en la nube abrió la posibilidad de generar videoconferencias en tiempo real con imagen de buena calidad, y a compartir contenido a distancia entre lugares de cualquier lugar del planeta. Algunos vieron ahí una oportunidad y adaptaron sus procesos al mundo virtual. Fueron los inicios del teletrabajo, personas realizando procesos en la distancia con el apoyo de software en la nube accesible desde cualquier dispositivo.
Los Smartphone entraron en los bolsillos de los consumidores y facilitaron el acceso a la información en todo momento y desde cualquier lugar. Algunas empresas pensaron que sería una buena idea desarrollar aplicaciones para dispositivos móviles para que los teléfonos, además de ser una fuente de información, permitieran interactuar con las empresas de modo sencillo y cerrar acuerdos y compras. Era algo novedoso, pero apostaron por ello.
Y ahora llegó el covid para leernos la cartilla y poner a cada uno en su lugar. Se cierran los espacios físicos “reales” y con ello miles de empresas pierden el contacto con los consumidores. Sus ventas se resienten por no tener manera de atender al cliente, y como consecuencia de ello, muchos negocios echarán el cierre en estos meses. Por el contrario, aquellos otros que apostaron por la tecnología para sus procesos de comunicación internos y externos, ahora están captando todas las ventas que los demás no pueden atender. Siguen mostrando publicidad a través de los canales sociales y conversando con los clientes a través de las redes, generan reuniones virtuales con ellos, tienen a los empleados teletrabajando desde sus hogares y atendiendo requerimientos de los consumidores, dan facilidad de compra de los productos a través de escaparates virtuales, tienen redes de distribución desarrolladas para la entrega de las compras, y en definitiva, tienen poderosas alternativas a la vida “real” que son las que las están salvando las cuentas. Todos ellos asumieron un riesgo; informatizaron sus negocios en los inicios, se conectaron al mundo a través de internet, generaron canales de conversación cuando pocos creían en el potencial que podrían tener, asumieron el coste de montar sus tiendas virtuales, aprendieron a manejar la tecnología para trabajar en la distancia… y ganaron la batalla. Su riesgo está siendo premiado.
¿Y ahora qué? Ahora llegan nuevas tecnologías vinculadas a conceptos como la Inteligencia artificial, el big data, blockchain, ciberseguridad, computación cuántica. ¿Habremos aprendido algo? ¿Habremos aprendido que las auténticas oportunidades están en el origen de las cosas, en esos momentos en dónde todo es incierto y hay riesgo de fallo, pero algunos se la juegan? ¿Habremos aprendido que NO hay oportunidad cuando todo el mundo ya ve las mismas cosas y quiere integrarlas? ¿Habremos aprendido, en definitiva, que este no es un mundo para cobardes y que las batallas las gana el que más rápido se posiciona en el tablero de juego y cubre las casillas adecuadas? ¿Habremos aprendido algo o volveremos a caer en el mismo error de antes?
Cordialmente
JUAN JOSE ROMERO CRUSAT · Vigo (España)
Maestro asociado del ISEI
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